Puedes producir amaneceres en los atardeceres, en los anocheceres y en plena madrugada.
¿Te has fijado qué curioso resulta observar que en cada amanecer lo que aparece es un nuevo amanecer y no el de ayer?
Sí, sé, te he oído muchas veces quejarte de que tus días son todos iguales, calcados el uno del otro.
Que cada mañana te levantas con las mismas cargas, los mismos horarios, las mismas calles y arrastras sobre tus zapatos las pesadillas que te persiguen noche tras noche.
Te lo he oído, lo sé, te entiendo, pero permíteme objetarte algo: no estás viendo bien.
Estás viendo con ojos legañosos, estás mirando sin ver.
Te has puesto las gafas para ver de lejos y así no puedes ver lo inmediato y obvio.
Hay veces en que te conviene no saludar al conocido que pasa por la acera de enfrente por no haberte puesto las gafas o las lentillas, salir así, sin ver de lejos, con toda tu miopía hacia los carteles que te anuncian refrescos o que te indican el nombre de la calle que cruzas.
Hay veces en que es preferible que pases por despistado o por antipático ante el conocido que pasa por enfrente y te mira pero no saludas porque no llegas a verlo.
Hay veces en que es preferible eso y apostar por dejar de ver de lejos y decidirse con valentía a mirar de cerca, a mirar lo inmediato, a mirar lo obvio, a mirar adentro, a mirarse adentro con todo lo hermoso y espantoso que se puede ver.
Hay que ser valiente, lo sé.
Hay que ser valiente para abandonar la tentación de distraerse mirando a lo lejos y evitar mirar lo que hay dentro. Share on X
Hay que ser valiente para abandonar la tentación de distraerse mirando a lo lejos y evitar mirar lo que hay dentro.
Hay que ser valiente para abandonar la tentación de mirar el sol brillar y no atreverse a mirar si nuestro sol interno está brillando o está cubierto de nubes heladas.
Pero observa este amanecer, observa con atención y date cuenta que aunque el cielo esté despejado igual que ayer y no haya ninguna nube que evidencie la diferencia, este sol no es igual que ayer, este sol de hoy recoge la vivencia de ayer.
Aunque te parezca que ayer hayas vivido muerto, aunque te parezca que tu rutina ha asfixiado cualquier sentido de movimiento, este sol de hoy no es en manera alguna el mismo de ayer.
Observa, no digo que sea mejor, no digo que sea peor, solo digo que es distinto, que se mueve, que todo nace y muere cada día, a cada instante, en cada vibración del universo.
Observa atentamente.
Sí, es posible que ayer tu día haya sido tan asquerosamente similar a los otros que parezca igual, y que ese movimiento que te digo no sea más que un movimiento acelerado hacia tu muerte, una compulsión de inercia hacia la consecución de una vida inerte.
No digo que no.
Digo que te has movido, que no es igual.
Por eso, fíjate en este amanecer, fíjate en el movimiento del sol sobre tu horizonte; si está nublado, imagina como se está moviendo ese sol sobre tu horizonte aunque no puedas verlo tras las nubes.
Fíjate que tu sol interno se mueve igual, aunque no puedas sentirlo, aunque tus músculos hayan creado una estructura rígida tendente a la inmovilidad, sus células siguen activas; tras tus densas nubes tu sol sigue latiendo, sigue ahí intentando guiarte, intentando ser oído.
Recuerda el domingo pasado en que disfrutaste tanto de aquella tarde, trae a la memoria aquel martes de la semana anterior en que no paraste de reír por algo insignificante.
Allí estaba tu sol esplendoroso, refulgente.
Recuerda aquel miércoles fatídico del mes pasado en que no paraste de llorar y creíste que tu cuerpo iba a estallar porque no podía soportar tanto dolor, recuérdalo, tu sol estaba igualmente activo porque estabas abierto a sentirte en toda tu inmensidad.
Fíjate bien, cada amanecer es distinto, cada instante es distinto y es nuevo, acéptalo simplemente, ábrete a lo que suceda sea lo que sea.
Permite a las olas moverse libremente sin tratar de sujetarlas con un arnés, sujetas se moverán igual pero producirán un dolor más profundo, más invisible, más sordo; un dolor al que seguramente acabarás llamando enfermedad física e irás al médico a que te la extirpe, a que te quite el órgano rebelde, el malestar invasor.
Permite que las olas te sacudan, permite tu mar en calma y permite tu océano embravecido agitándote en la tormenta.
Permite que las olas te sacudan, permite tu mar en calma y permite tu océano embravecido agitándote en la tormenta. Share on X
Mira cómo amanece en plena noche, cierra los ojos y siente tu corazón latir, siente como un inmenso brillo dorado lo alumbra todo y como hay luz en tu horizonte.
¿Ves?, puedes producir amaneceres en los atardeceres, en los anocheceres y en plena madrugada.
Cierra los ojos, abraza tu corazón, siente su movimiento incesante, deslúmbrate con su brillo y ríndete a la evidencia de reconocer como sale siempre ese sol, siempre, aunque haya parecido permanecer oculto toda la noche.
Leandro Ojeda López
También te pueden interesar estos otros artículos:
« Artículo anterior
Artículo siguiente »