No ha de darte tanto miedo el miedo, ha de darte más miedo temer al miedo.
Hay una secreta y atormentadora paradoja en la forma de salir del lugar en el que estás y no quieres estar.
Lo sientes como una broma de mal gusto de Dios cuando descubres la única manera que hay para salir del espacio de dolor, de inercia o insatisfacción que te acorrala.
Tus primeras reacciones son romper los barrotes de la cárcel.
Golpeas con fuerza las paredes, das cabezazos contra la cascada de agua que te somete a terribles sacudones y ni te deja nadar.
Cuanta más fuerza ejerces, más resistencias encuentras.
Cuanto mayor es tu empeño en destrozar las compuertas de tu cápsula de encierro, mayor es el dolor que te infringes.
Finalmente acabas agotado.
Ese es el instante bendito.
Hiciste todo ese loco revuelo, te destrozaste las manos, te rompiste la cabeza, hiciste volar tu corazón en mil pedazos para llegar a este momento de agotamiento absoluto.
Esa era la única finalidad de tanto esfuerzo.
No sabías hacerlo de otra manera, no sabías que era más fácil aun siendo muy difícil.
Hiciste lo que pudiste, e hiciste bien en hacer lo que hiciste.
No te juzgues ahora, no te culpes, acéptate, perdónate y bésate todo el cuerpo... Share on X
No te juzgues ahora, no te culpes, acéptate, perdónate y bésate todo el cuerpo... lo has intentado lo mejor que pudiste y supiste.
Ahora estás aquí, por fin.
Tu alma se ha vaciado, tu mente está sin ninguna dirección, tu cuerpo no responde.
Ahora estás aquí.
Hiciste todo lo que creías que debías hacer; hiciste lo que viste a tu alrededor que hacían los otros; hiciste lo que viste en las películas; hiciste lo que leíste en algunos libros; hiciste lo que te dijeron que hicieras, incluso, hiciste aquello que te aconsejaron con las mejores intenciones quienes te amaban y, sin saberlo, te condenaban a esa situación haciéndote sentir que ‘había algo mal en ti’.
Fue lo mejor que supieron hacer y tu agradecimiento ha de ser profundo.
Ellos también lo han hecho desde sus profundas heridas, desde sus miedos aterradores, desde sus ilusiones incumplidas, desde sus frustraciones lacerantes.
Ellos tampoco han sabido cómo salir del lugar en el que están y donde no quieren estar.
Fotografías: Francesca Woodman
Finalmente, acabas agotado.
Este es el instante bendito.
Ahora estás aquí, por fin.
Ahora entra en ti.
Ahora permítete sentir lo que estás sintiendo.
Ahora permítete sentirte un inútil, un fracasado, el peor imbécil que ha existido y existirá, la última mierda del plato de mierda.
Ahora acógete en tus brazos.
Ahora acaricia tu alma con el alma.
Ahora respira.
Ahora entra en ese espacio de dolor y frustración y obsérvalo como si fueras un niño y contemplaras una tortuga por primera vez.
Ahora abraza tu dolor, dale cariño, agradécele que viniera a rescatarte, abre los oídos y escucha el mensaje que tiene para ti.
Ahora acurrúcate, tápate bien.
Ahora duérmete.
Ahora sueña lo que traiga el sueño para ti en esta noche.
Ahora despierta.
Ahora sal a la calle a vivir... y vive.
Vive, simplemente vive.
No hay más secretos.
La única manera de salir de donde estás es entrando a fondo en ese mismo lugar que detestas. Share on X
La única manera de salir de donde estás es entrando a fondo en ese mismo lugar que detestas.
La única manera de salir es entrar.
Entrar en el dolor, en el miedo, en lo que quieres evitar pero no deja de perseguirte.
Entra, sé valiente haciendo acopio consciente de toda tu cobardía.
Entra, mira de frente, no hay otra manera, o llevarás la sombra siempre a tus espaldas.
Entra, no te digo que te vaya a resultar fácil, pero ya es hora.
Entra, cuanto antes empieces, antes acabas.
Entra, te llevará un tiempo, pero habrás de vivir como te mereces, como merece vivir cualquier ser que ha venido a este mundo con algún propósito.
Porque algún sentido ha de tener la vida.
Así que asumiendo que habrá más errores y dolores, entra con valentía y dale el sentido a tu vida.
Dale sentido viviendo tu vida, ninguna otra vida, no una prestada o impuesta o temerosa, vive tu vida porque es lo que has de hacer para tu bien y para el de todos.
Vive.
Leandro Ojeda López
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