La coherencia es esa cosa que se dice con facilidad, pero que tropieza en cualquier paso con sus propios cordones.
Tu camino hacia la coherencia, hacia tu felicidad sin aspavientos, hacia ese estado de paz que presiente la certeza y acepta la incertidumbre, está más cerca de lo que crees aunque te alejes día a día.
Tu camino hacia la coherencia desde la personalidad ilusoria que has construido te implicará un desandar mucho andado, un despojarte de defensas y una entrega a lo que es y no puedes evitar que sea.
¡Espera, para, deja de luchar!
Besa y bendice cada una de las creencias que te permitieron vivir las vivencias que te acaban de traer a este momento en que abres los ojos.
Date cuenta de que estás en este momento de darte cuenta.
De que habiendo sido más tarde o menos temprano, estás ahora aquí.
No importa lo mucho que deambularas, importa que ahora es ahora y estás aquí.
Coge esta creencia, que puede no ser más que eso, otra creencia, pero que es agradable y conforta, esta creencia de sentir que toda tu vida ha sido el camino perfecto para traerte a este lugar.
Esta creencia te desculpabiliza, te quita peso en lo que no es necesario y te permite ejercer el amor y perdón de ti hacia ti.
Obsérvate desde la distancia y serenidad de tu ser hacia todo ese enjambre de músculos, pensamientos, sentimientos y sistemas electromagnéticos que componen esta estructura que te sustenta.
Desde allí, piensa en ese que piensa, siente a ese que está sintiendo, observa a ese que ve y hace, escucha a ese que habla o parlotea.
Desde esa distancia observa.
Tal vez puedas ver errores, repeticiones, incoherencias, pequeños desastres, y ver lo fácil que sería corregirlos, readaptarlos, modelarlos…
No para ser un otro brillante como le gustaría al que piensa por debajo de esta consciencia que piensa al que piensa, sino para que todo él sea coherente en sí.
Da igual el resultado, da igual que sea rico o pobre, que sea amado o rechazado, que sea vencedor o derrotado; lo que importa realmente es que sea coherente.
Y ahora que te has observado, date cuenta de algo más.
Y este algo no es cualquier cosa, no es algo banal ni insustancial, no es algo curioso o interesante; es algo fundamental, algo gravitante, algo insoslayable y centro de todo lo que llamas vida.
Estás acostumbrado a escuchar y has tratado de practicar la coherencia entre el pensar, el sentir y el actuar, y eso está bien.
Según acabas de ver, puedes tener un punto de vista privilegiado desde el cual observar para que todo eso entre en coherencia.
Pero acabas de descubrir algo más: la distancia existente entre ese ser que eres y observa y el observado que intentas poner en coherencia.
Fíjate que poner en coherencia lo que se piensa con lo que se siente con lo que se hace, puede no ser más que manejar con maestría una marioneta de hilos.
¿Pero qué pasa con el marionetista?
La coherencia que realmente buscas y que debes encontrar es que la marioneta esté en coherencia con el sentido profundo del marionetista.
Que tu marioneta sea la expresión plasmada de tu ser, de tus valores, de lo que es valioso para ti.
La coherencia que te llevará a esa felicidad incausada es que tu ser manipule los hilos, acorde a su sentir más profundo y a su propósito último.
Date cuenta de algo más.
Si has conseguido poner coherencia entre lo que piensas, lo que sientes y lo que haces y te sigues preguntando por qué te sientes así, por qué sientes aún ese vacío, es posible que hayas puesto la coherencia en la marioneta, en ese otro que es tu máscara que juega por ti pero que no te representa.
Es posible que esa construcción perfecta y armoniosa que has realizado con tanta maestría esté en profunda incoherencia con tu alma, con tu propósito, con tu sentir trascendente.
Así que ve con calma, no te apresures, ese camino lo irás trazando con aciertos y con errores, y, a veces, aparecerán certezas ciertas mientras sostienes esa meta, aparecerán como explosiones de luz en tu mente, como una paz sostenida en tu corazón, sentirás que algo has encontrado, y, a partir de allí, ya te serán más difíciles los desvíos.
A partir de esos momentos, tu camino hacia la coherencia, hacia la felicidad sin aspavientos, podría convertirse en el simple fluir de tu impulso interno.
Leandro Ojeda López
También te pueden interesar estos otros artículos:
« Artículo anterior
Artículo siguiente »