Hay una ley en la vida que te rescata del suicidio y te impide explosionar de euforia: la Ley de la Impermanencia. Se expresa con simpleza y dice así: ‘Esto también pasará’.
Cuando sientas que ya no hay nada que hacer.
Cuando sientas que todo el camino ya se caminó.
Cuando estés en ese lugar en donde concluye el tiempo.
Cuando tus palabras salgan de dos en dos y no se puedan comprender.
Cuando se hayan empapado de lágrimas tus mapas.
Cuando sientas que tu destino ha llegado a su final.
Cuando los días sean tan largos que no haya café que alcance hasta la noche.
Cuando adelgacen tus dedos hasta ser incapaces de retener ningún anillo.
Quédate allí respirando en silencio.
No hagas nada.
Solo sé eso que estás siendo, siente eso que estás sintiendo.
Solo vive el instante, aunque creas que es el último suspiro que estás viviendo.
Cuando no escuches ni el aullar de tus gritos.
Cuando las rutas posibles ya las hayas transitado todas.
Cuando los gemidos inconscientes duren días enteros.
Cuando no haya gurú ni maestro ni mesías ni dios menor que aquiete tu alma.
Cuando los gatos negros se te crucen en cada calle.
Cuando todas tus cartas ya estén marcadas.
Cuando sientas el vértigo aspirándote en cualquier umbral.
Cuando sientas el miedo recorrer tu cuerpo en cada hora de tu día.
Detente a sentir el latido de tu corazón.
Suicida todo tu pasado.
Quema todas tus agendas y en un cuaderno en blanco pon bien grande: DÍA 1.
Camina ahora como puedas y aunque des los mismos pasos que diste, serán pasos totalmente nuevos, limpios y sin historias de fracaso.
Fotografías: Kelly Tyack
Cuando sientas latir en el pecho la alegría infinita.
Cuando estés radiante en ese instante perfecto que deseabas desde hace tanto.
Cuando estés acurrucado en un amor insólito, extraño y refulgente.
Cuando a cada paso se descubra ante ti una sonrisa.
Cuando te sientas plenamente satisfecho con cada aspecto de tu vida.
Cuando fluyan de tus labios constantemente las palabras adecuadas para cada ocasión.
Cuando el milagro se te haga rutina.
Cuando sientas que haces lo que quieres, cuando quieres y donde quieres.
Abriga esa sensación en tu pecho, memorízala con tu corazón.
Reténla para acudir a ese sentir cuando necesites un autorescate.
Sé consciente de que esta alegría también es pasajera y que la vida es cíclica.
Y da las gracias por este instante y escribe en un papelito para recordarte dar las gracias cuando te sientas otra vez ante el precipicio.
Agradece la vida.
Esto también pasará.
Nada se detiene.
Ánclate en este fluir divino entre la oscuridad y la brillantez.
Leandro Ojeda López
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