No hables a menos que puedas mejorar el silencio.
Jorge Luis Borges
Que el silencio habite en ti.
Que se callen por un instante las voces que acuden a tu mente y parlotean sin parar.
Que tus instantes de silencio sean cada vez más duraderos y profundos.
Que el mayor sonido que te habite sea el del latido de tu corazón y el del fluir del aire por tu cuerpo.
Que el silencio te habite.
Que el ruido de tu ronronear mental se apacigüe y deje espacio.
Que descubras que la mayoría de tus pensamientos son siempre los mismos, que se repiten una y otra vez, que no cesan, que atosigan e invaden, que son culpabilizantes, que son exigentes, que no tienen piedad y que no aportan nada.
Que una vez que descubras eso rompas el silencio de ese instante con un sonoro grito que mande a callar a tu cotorreo mental.
Que se pare ya el sonido hueco, vacío, intrascendente.
Que desaparezcan los sonidos sin voz, sin carne, sin alma.
Que se cree un vacío lleno de paz y completitud en todo tu ser.
Que deje espacio a que entren sonidos reales, pensamientos creativos, instantes lúcidos, música celeste.
Fotografías: Laura Len
Que puedas cerrar los ojos y oír los pájaros.
Que puedas entrar en silencio y escuchar la voz de tu corazón.
Que puedas crear ese vacío en el que la solución a tu problema aparezca como una campanada de cristal.
Que puedas tomar distancia y ver tu embrollo como una simple madeja que desmadejar.
Que puedas entrar en atención y que el significado más insignificante de cada aspecto de tu vida sea anunciado con alborozo.
Ahora, no después, ahora, apaga todos los sonidos ajenos, todos los sonidos innecesarios y hasta las músicas relajantes y los tictacs de los relojes.
Cierra los ojos, respira, siente tu corazón, siente tu cuerpo.
Abre tu alma al sonido de tu alma.
Quédate allí un buen rato.
Que el próximo sonido que te despierte sea el de un beso del cielo y una caricia de Dios.
Leandro Ojeda López
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