Hay un paraíso inmenso en cada gota de agua. Un paraíso en el que podrías sumergirte y vivir allí sin necesitar nada más.
Fíjate bien.
Detente.
Enfoca tu atención y contempla la impecable armonía de todas las cosas.
Centra tus ojos en lo que tienes delante y escarba en su interior sin intención, déjate llevar adonde te lleva, no metas tu deseo, déjate arrastrar por las olas de la curiosidad.
Mira por la ventana y observa las flores mecerse en colores que han elegido para adornarse y que puedes disfrutar.
Observa las flores, observa un pétalo y observa ahora tan solo el color, la inmensidad de la luz que se expresa en frecuencia de amarillo.
Mira por la ventana y si no hay flores, tal vez tengas mar y montañas como yo en este preciso momento.
Y tal vez tengas una pared gris de un edificio cercano y tal vez tengas balcones agitados de humanidades viviendo sus vidas en las distintas expresiones de la individualidad.
Mira por la ventana y observa algo, solo ese algo y mira cómo se diluye en la inmensidad y como pierde todo su significado particular, se desvanecen todas las asociaciones mentales que tienes construidas en torno a él y se funde en el vacío donde todo está lleno de todo.
Y mira, y mira que no hay ventana ahora por donde mirar, y mira entonces la pared, y detente en las pequeñas manchas de la pintura, en las formas que crea la irregularidad del cemento.
Mira como mirabas cuando eras niño y te detenías en observar los rostros que se formaban en la pared. Share on X
Mira como mirabas cuando eras niño y te detenías en observar los rostros que se formaban en la pared.
Trasládate a aquellos momentos de tu infancia y descubre con gozo y alegría que aún está ahí toda tu sensación infantil; siente esa emoción de hallazgo que te estremece y te provoca hasta casi lágrimas y construye universos con esos personajes y paisajes en la pared.
Piérdete en el techo y localiza allí las estrellas.
Todo está allí.
Está allí para ti, es tuyo y de todos y de nadie.
Pinturas: Edward Hopper
Descubre la inconmensurable grandeza de que eres poseedor.
Date cuenta de que lo tienes todo.
Abandona los logros, abandona la carrera por conseguir cosas, abandona lo grande y entiende que en lo pequeño hay tanto que es hasta inabarcable para una sola vida como la que tenemos.
Entiende el sentido del disfrute y deja de perseguir lo grande en dimensiones, en luces, en rótulos o en prestigio. Share on X
Entiende el sentido del disfrute y deja de perseguir lo grande en dimensiones, en luces, en rótulos o en prestigio; abandona lo lejano, lo inalcanzable, lo que quieres adherirte para que te haga feliz.
Esas cosas son tan grandes que no podrías disfrutarlas, ¿cómo abrazar un gran chalet?, ¿cómo acariciar un trabajo millonario?, ¿cómo comer a besos una fama internacional?
Entiéndelo y empieza a entregarte al disfrute real.
Eres afortunado por todo lo que no tienes.
Eres un agraciado por no tener que arrastrar pesadas cargas.
Eres más grande cuanto más suelto estás.
Eres más inmenso cuanto más te acercas a la unidad.
Cuando llegaste no necesitaste nada más que un cuerpo desnudo.
Solo cuida ese vehículo como un templo, lo demás… lo demás tan solo son accesorios que puedes disfrutar cuando están y que puedes olvidar cuando se van.
Abandona el deseo y deja vivir la pasión creadora.
Acaricia tu cuerpo desnudo, abrázate hasta fundirte contigo y baila.
Viniste a este mundo y solo necesitaste un cuerpo desnudo, y así igual te irás.
Desnúdate de escenarios y harapos lujosos y hazte el amor hasta enloquecer.
Y luego quédate allí, mirando el techo y perdiéndote en una estrella al azar.
Leandro Ojeda López
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