No te rindas.
No te rindas ni aún después de una auténtica rendición.
No te rindas después de perderlo todo.
No te rindas cuando hayas decidido que ya no hay oportunidades para ti.
Date un minuto más.
Ahógate en tus lágrimas.
Deshazte de angustia.
Vacía todo el dolor.
Y cuando no sepas más ni qué llorar ni qué doler, mira al frente, nublados tus ojos y camina tambaleante pero… no te rindas.