Categoría: de revelaciones y milagros

Aunque te inunde hoy la máxima desesperanza.
Aunque hoy sientas que no sabes nada y que nada es para ti.
Revisa bien, repasa el día, seguro que hay algo que se te ha pasado por alto.
Y es que sabes, no existe el dolor total o el sufrimiento final en los días normales.
En los días normales, esos que pueden ser mejores o increíblemente peores, pero que, al fin y al cabo, no dejan de ser un día más, no existe la tragedia absoluta.

Si tus sueños se hicieran realidad, sería maravilloso, ¿no es verdad?
Imagínate con aquello que siempre deseaste.
Imagínate viviendo la vida de tus sueños.
Imagínate que todo por lo que luchaste toda tu vida ahora lo tienes delante.
Si todos tus sueños se hicieran realidad, ¿qué habría?

Cree en los milagros.
Están ahí por todos lados rodeándote.
Están haciendo gestos sutiles para los más despiertos.
Y están haciendo gestos desesperados para los que no ven ni un relámpago en el desierto.
Quieren dejarse ver.
Les gusta ser mimados.
Nacen para ayudar.

¿Has visto qué satisfacción se siente cuando llegas por fin a esa meta que ni eras capaz de soñar? Las metas está bien tenerlas, trazarlas, soñarlas y rebasarlas… Soñar aún más allá de lo que eres capaz de imaginar en situación de autocontrol consciente, en situación de control inconsciente. Luego te las olvidas y las dejas ir y te dejas ir.

Todo está al revés, me dices desconsolada mientras enciendes el cigarrillo por el filtro sin reparar en el descuido. Pero ¿a qué te refieres cuando dices: revés? ¿Desde dónde miras? ¿Por qué imaginar la imperfección existiendo lo perfecto?

Es fácil apreciar los grandes momentos con los que hacemos el relato de nuestra vida. Suele ser un relato de novela, lleno de grandes éxitos, enormes fracasos, amores combustibles, dolores que resisten la morfina… No es tan fácil apreciar el grueso de nuestra vida, esa que está hecha de cosas muy pequeñas, de suavidad en el gesto, de tiempo entregado a mirar el cielo, de conversación ligera que llena de paz el día. No es tan fácil asumir con aprecio nuestra novela de muchas páginas donde parece no ocurrir nada, como esas hojas y hojas que transcurren intrascendentes en una novela de Pérez Galdós.

Tu vida es una mierda, siempre ha sido una puta mierda y siempre será una reverenda mierda.
Y no hay manera de que puedas ver que no es así.
Y no hay manera de que nadie te convenza de que tu vida es maravillosa solo por el hecho de ser.
Y no hay manera de que puedas creer que te puede pasar algo bueno.
Más allá de que tengas oportunidades para que te pase lo bueno, a ti te ocurre solo lo sombrío.
Cuando te aparece algo que juzgas insólitamente bueno, que crees que es increíble, te aferras a eso, a lo increíble y no te lo crees.

El milagro es que entre tus escombros no encuentres un corazón tierno abrazándote.
El milagro es que cuando despiertes no agradezcas que amanezca un día nuevo.
El milagro es que el día de tu muerte sea un día más, sin más.
El milagro es que encuentres piedras en tu camino y no las bendigas.
El milagro es que no disfrutes nadando contra corriente.
El milagro es que sigas llorando el amor que se marchó hace años.
El milagro es que te quejes por la lluvia y te quejes del calor.
El milagro es que no transformes sueños en realidad.
El milagro es que tu vida solo vista tonos de gris.

Estás completo así como estás.
Con tus rotos, con tus faltantes, con tus trozos perdidos… esta es la completitud de tu momento actual.
Deja de buscar alocadamente lo que no esté aquí en este momento o no puedas alcanzar.
Habrás de reconocer previamente qué falta y establecer algún plan juicioso para alcanzarlo, logrando nuevas completudes hasta lograr esa completud funcional que es lo que en realidad estás buscando.