Cuando el amor llama a tu puerta

Juégate la vida y sal a amar desesperadamente, es decir, sin esperar, sal de tu cueva y arriésgate a que te pase lo mejor.

Cuando el amor llama a tu puerta, ábrela, no te quedes adentro ignorando la llamada apoltronado en el vacío de tu sillón. 

No te deslices en silencio por el corredor y espíes por la mirilla. 

No esperes a que se vaya y vuelva a llamar si tienes verdadero interés como te dices. 

Si lo has dejado marchar de entrada, sal corriendo y persíguelo, tal vez aún estés a tiempo de alcanzarlo.

Cuando el amor llama a tu puerta, no preguntes quién es, no quieras saber de donde viene ni a qué, ni por qué se detiene en tu puerta y no en la del vecino que es más atractivo, más listo y más resultón.

Cuando el amor llama a tu puerta no te quedes atascado en la duda, adormecido en la infelicidad del deseo bloqueado, no pongas cara de nada ni te hagas el indiferente como si no fuera contigo la cosa.

Cuando te llaman, acude, no le hagas esperar, no te hagas rogar, baja la guardia, guárdate los orgullos y quédate expuesto y dispuesto a salir dañado, golpeado, atropellado o amado como nunca habías sido amado. 

No sabes cómo va a ser, no quieras saberlo, no hay nada que saber ahora, solo se trata de sentir y nada más. 

Deja la leche en el fuego y corre.

Cuando el amor llama a tu puerta, no preguntes quién es, no quieras saber de donde viene ni a qué, ni por qué se detiene en tu puerta. Share on X

Olvídate de todos tus conceptos sobre el amor incondicional, dependiente o las construcciones juiciosas y las teorías sobre las relaciones tóxicas o de crecimiento. 

Es una llamada de urgencia, es como cuando te aprieta la vejiga y sales corriendo al primer baño que encuentras, no te pones a pensar en cosas que no vienen a cuento ni en cómo has de acomodarte para mear mejor, meas ya y cuanto antes y como puedes. 

Es igual, es una llamada visceral, rápida, urgente, sin tiempo para reflexiones.

Ya tendrás tiempo para evaluaciones posteriores. 

Ya podrás ir viendo el desarrollo a medida que transcurra. 

Pero para que eso pueda ocurrir, para que pueda transcurrir, evaluar, analizar, resentir o lo que creas en tu sistema actual de creencias, antes has de acudir a la llamada de urgencia y responder sin dudar. 

Si no, no podrás utilizar ninguna de tus teorías porque no tendrás nada para poder utilizarlas.

Antes de todo has de salir a por todas a lo que viene, has de salir en pijama, despeinado, con los ojos legañosos, con tu mal día, con los calcetines agujereados y las chanclas viejas. Has de salir y has de salir ya.

Estás inundado de conceptos acerca de cómo ha de ser el amor en pareja. 

Te torturas para practicar un desapego que no sientes ni necesitas. 

Te culpabilizas por vivir un amor dependiente. 

Te censuras por no poder dejar de pensar obsesivamente en esa persona en lugar de cumplir tu ‘obligación’ de sentir ese amor incondicional por todos los seres y las cosas, que en el mejor de los casos, habrás sentido en alguna ráfaga efímera de lucidez y nada más. 

Te exiges amarte primero a ti mismo para poder amar. 

Es que no te das cuenta de que cuando consigas eso de amarte completamente a ti mismo tendrás como mínimo cuatrocientos cincuenta años, ¿piensas vivir tanto?, ¿resultarás aún atractivo a esa edad?

No, no es por ahí, es por aceptarse la cosa.

Y aceptarte tal y como estás ahora, con ese amor dependiente, con esa obsesión desmedida, con ese miedo a la soledad, con esa desesperación por abrazar a un ser de carne y hueso aquí y ahora. 

Eso has de aceptar, eso es conocerte, eso es reconocerte y quererte. 

Si no te aceptas, si no conoces cómo estás en este momento, ¿cómo piensas cambiar, crecer, mejorar?

Has de vivir y conocer y reconocer los errores que vas cometiendo con el fin de no volver a hacerlos y perfeccionar tu camino, pero cada paso es el que es y no es otro ni será por más que te empeñes en negarlo.

No has de querer a un ideal, has de querer a este que eres ahora para poder llegar a algo que se aproxime ligeramente a tu ideal. 

Y sobre todo, obsérvate, siéntete, sincérate contigo. 

Tienes algo que nace de tu interior, un fuego que te impulsa, una necesidad que te hace saltar y correr. 

Atiéndelo, no lo sometas a tus razones. 

No lo haces cuando tienes hambre o ganas de mear. 

Permítete amar de la manera que puedas, como sea, como venga hoy, con lo imperfecto, con lo extraño, con lo inesperado. 

Ábrele la puerta y hazlo pasar, ábrete tus puertas, deja de protegerte, no te mueras aún, no te suicides antes de tiempo. 

Porque pasan los años e irás viendo como cada vez te sientes más golpeado y de modo natural te irás cerrando a todo lo que te ha dañado. 

Pero créeme, eso no tiene por qué ser algo natural.

Observa a aquellos que parecen siempre jóvenes, mira como viven, mira cómo les brillan sus ojos. Share on X

Observa a aquellos que parecen siempre jóvenes, mira como viven, mira cómo les brillan sus ojos.

Verás que están arriesgándose permanentemente, no se cuidan, no salen a correr o hacen dieta estricta, fuman, se hinchan a café, comen a deshora, se permiten placeres, se la juegan aunque tengan todas las de perder. 

Observa cómo no envejecen mal, observa cómo parecen tan alegres, observa cómo se permiten llorar y revolcarse de dolor. 

Observa cómo se llenan de magullones, cómo se golpean una y otra vez y se ponen una escayola y siguen, cómo ruedan escaleras abajo y siguen renqueantes hasta volver a correr. 

Obsérvalos y pruébalo. 

Juégate la vida y sal a amar desesperadamente, es decir, sin esperar, sal de tu cueva y arriésgate a que te pase lo mejor.

Cuando el amor llama a tu puerta, no lo dejes esperando afuera. 

Si sueñas con el amor del cielo, empieza por vivir el amor de la tierra. 

Fracasa completamente a cada rato, eso será indicio de que estás viviendo completamente y ese será tu éxito constante. 

Cuando el amor llama a tu puerta, no esperes que la derribe para rescatarte, sal corriendo, abre la puerta y déjala abierta, y bésalo apasionadamente, como si fuera el último beso que darás en tu vida.

Leandro Ojeda López