• Deja para mañana lo que no puedas hacer hoy

    »  Categoría: , Autor: Leandro Ojeda López

    Carpe diem, quam minimum credula postero.

    Horacio

     

     

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    Deja para mañana lo que no puedas hacer hoy.
    Deja de insistir con el esfuerzo sin sentido.
    Deja de tocar esa puerta que no se abre con la misma mano y la misma intención.
    Baja tu auto-exigencia.
    Exígete exigirte menos.
    Exígete entrar en sincronía con el orden natural de las cosas.

     

    El famoso refrán dice: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
    Lo que te digo no se contrapone.
    Pero quiero que veas hasta qué extremo hemos llevado esa frase hasta el punto de torcer su significado.
    El refrán te está diciendo en realidad que no te quedes sentado esperando que la vida llegue a buscarte.
    Que no te dejes ganar por el desánimo posponiendo todo en función de un día mejor que aún no llega.
    Te alienta a que te muevas, que acciones, pero te aclara: lo que puedas…
    No te dice en ningún momento que hagas lo imposible.
    Y como toda frase, refrán, sentencia… es axiomático, no tiene espacios para matices, es una sugerencia para usar en los momentos en que te sea útil y desechar cuando no te sirva.

     

    Pero ¿hace falta hablar de la vida moderna?, ¿es necesario nombrar lo evidente?
    La locura entre el ruido de hacer, hacer y hacer, de competir por quién hace más, de competir contigo mismo por hacer un poco más cada día.
    Esa locura imbécil por saltar un centímetro más que el saltador en largo que batió el récord en la olimpíada anterior.
    ¿Qué sentido tiene?
    ¿Sabes qué?, te convertirás en el saltador batido, derrotado, superado en la próxima olimpíada, no conseguirás nada más.
    Un mundo alucinadamente loco que ve locos en los que pacíficamente se detienen y observan si tiene sentido esa vorágine de acción sin conciencia.

     

    El refrán original no está mal.
    Lo que está erróneo es la interpretación desquiciada que te puede llevar a la actividad incesante y desalmada.

     

    No te dejes el alma en el camino de consecución de quién sabe qué cosa.

     

     

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    Imágenes: Instalación de Fiona Roberts

     

     

    Date cuenta de esto.
    Para hoy tenías que, por ejemplo:
    Hacer x llamadas
    Realizar x visitas
    Preparar x informes
    Visitar al dentista
    Hacer la compra de la seman.
    Planchar las camisas
    Buscar pasajes baratos para las vacaciones del próximo año
    (Continúa tu propia enumeración)

     

    Y se te olvidaron poner cosas en tu lista, por ejemplo:
    Abrazar 15 minutos con amor profundo a mi hijo
    Jugar sin reloj con el perro
    Observar con atención y sin noción del tiempo árboles, hojas, flores…
    Echarme en el césped a mirar el cielo
    Leer algún libro interesante o una publicación frívola que me encanta
    Respirar sintiendo la maravilla del aire entrando y saliendo porque sí
    Disfrutar a tope de cada una de mis papas fritas
    (Continúa tu propia lista de hoy)

     

    ¿Hace falta que diga algo más?
    No, ¿verdad?

     

    Mira bien qué lista vas a hacer y qué vas a tachar.
    Procura que, al menos, taches la misma cantidad de la segunda que de la primera.
    Invierte el orden de urgencias que te han enseñado desde chico.
    Usa el refrán al extremo si quieres, pero para la segunda de las listas.
    Ojo, tampoco evadas tu responsabilidad.
    En todo puedes hallar tu paz y felicidad.
    No caigas en el bypass espiritual tan habitual de la religión New Age.
    Esa fuga solipsista hacia la evasión de todo revestida de bien y de encuentro con todo.

     

    Si te fijas bien, descubrirás que muchas veces te estás moviendo constantemente entre extremos, como el ritmo de la sociedad actual.
    Una sociedad bipolar que pasa de la risa extrema al llanto sin solución de continuidad.
    Pero no como un bebé que se expresa genuinamente.
    Lo tuyo es la euforia intensa o la desesperación sin causa.
    La felicidad no está por esos lugares límites, está más bien al centro, en esa sensación de paz en la que la tormenta repentina que aparece en una tarde de sol no te hace esgrimir insultos sino una sonrisa lenta, amable y tranquila.

     

    El Carpe Diem mal entendido.
    El vivir el momento que no tiene nada que ver con vivir el momento.
    Date cuenta de que las palabras intentan expresar algo hasta donde pueden, pero tú las llenas de contenido; la mayor parte de las veces por repetición producto de la hipnosis social a la que te encuentras sometido.
    El Carpe Diem desvirtuado que ya no significa gozar de cada pequeño detalle con mentalidad de principiante, sino atiborrarse de sexo, drogas, fiestas y televisión hasta hacer morir de asco las neuronas del cerebro y hacer que el alma se retire asustada.
    Y en el otro extremo, hacer retiros espirituales de quince días cada quince días entregándote a todo nuevo gurú que aparezca, abriendo el corazón a cualquiera, en cualquier circunstancia, permitiendo que se aprovechan de tu ingenuidad.

     

    Te propongo que pruebes este nuevo refrán más compasivo:

    “Deja para mañana lo que no puedas hacer hoy”.

     

    Permítete este descanso necesario.
    Respira relajado sintiendo que te has perdonado por no pagar la luz hoy y que has invertido el recargo por pago vencido en disfrutar por entero de ti.
    Permítete fallar y haz del fallo tu virtud.
    Desacelera el ritmo.
    No necesitas velocidad para llegar al verdadero lugar.
    Tú estás tan cerca de ti que no necesitas movimiento alguno para alcanzarte.

     

    Leandro Ojeda López
    
    

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