Ese profundo espacio donde las respuestas y preguntas no tienen antes y después, el lugar donde la relación causa-efecto no sucede ni se necesita.
Estás en donde no quieres estar.
Sientes lo que no quieres sentir.
Odias lo que no puedes amar.
Temes quemarte en el amor.
Piensas que puedes no poder.
Tus pensamientos se agolpan repetitivos una y otra vez desde hace días y no hay forma de pararlos ni cambiarlos ni hacerles virar el rumbo.
Tus pensamientos repetitivos no te gustan, no son amorosos, no son bondadosos hacia ti, te flagelan inútilmente.
Pero no puedes pararlos.
Repites el mismo pensamiento en busca del pensamiento nuevo que solucione el pensamiento inquietante, pero no surge ninguno y las esperanzas se agotan.
El pensamiento original comienza a transformarse, va teniendo menos detalles, se va quedando con los aspectos más angulosos, más ríspidos, más espinosos, más dolorosos… y sin salida.
El sonido adentro de tu mente se transforma en escandaloso.
Lo que empezó siendo una simple duda, un sencillo displacer, una pregunta al aire expresada en forma de suave melodía a ritmo de nana, quedó versionado a ritmo de heavy metal y se va transformando aún más a un estilo musical aún desconocido.
Y no puedes hacer nada.
Todo sigue dilatándose y haciéndose cada vez más y más grande y tu cabeza aún no ha estallado.
Y no ha estallado porque ese pensamiento no es nada, ese pensamiento no existe.
Si fuera tan grave como crees, ya hubiera partido tu cabeza en mil pedazos, pero no, a lo sumo puedes llegar a sentir un intenso dolor que te tira en la cama; pero tu cráneo no se quiebra y cae, tu cerebro no se desparrama ni tus ideas salen disparadas y se escapan por la ventana.
No, no ocurre nada de eso.
Entonces, ¿para qué tanto lío?, ¿para qué tanto sufrimiento?, ¿para qué tanto desasosiego inútil?
La respuesta que buscas, tal vez no exista. Tal vez la pregunta, incluso, sea innecesaria. Share on X
La respuesta que buscas, tal vez no exista.
Tal vez la pregunta, incluso, sea innecesaria.
El pensamiento que buscaba salida tal vez no haya ni entrado.
Fotografías: Laura Len
Y al fin paras.
Das ese paso que te saca de tu ruido mental a ese lugar donde habita el silencio.
Tu silencio que es un callarse los méritos, callarse las dudas, callar la amargura y los ‘tengo que hacer’.
Tu silencio que es una salida de la angustia y una entrada en la observación despegada.
En un silencio profundo tus manos sienten la sensación física del aire que toca.
En un silencio veraz, tu dolor puede ser observado y desarmado.
En un silencio auténtico, tu alegría puede mostrarse propia y no casual.
En un silencio audaz, puedes observar el mágico desplegar de los milagros con naturalidad.
Cuando entras en ese silencio, las respuestas aparecen y se desvanecen, las respuestas generan nuevas preguntas, las preguntas se responden a sí mismas, y más preguntas encuentran respuesta antes de ser formuladas.
Cuando tu alma se acomoda en el silencio, el tiempo comprende la eternidad, el espacio acepta su infinitud y tu ser se amolda al certero instante presente donde el amor es tu única esencia posible.
Leandro Ojeda López
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