Un espacio vacío no es si no un lugar que espera llenarse por entero de ti.
Hay un espacio en que puedes habitar sin miedos cuando las fuerzas se agotan y los deseos se deshacen.
Hay un lugar de sagrada certeza y ausencia de misterio en el que no importa no saber.
Retírate allí en este momento, deja toda tu actividad y piérdete allí.
Abandona toda acción sin abandonar nada y entrégate a la observación de tu momento.
En este espacio no hay frío, no hay calor.
Desde este espacio las categorías se caen.
En este lugar las calificaciones pierden sentido y se igualan.
Es tu espacio donde no existe la objeción ni la exaltación.
Tu espacio donde trasciendes las reglas y no hace falta ponerlas.
Te sitúas en ese espacio donde estás por encima de todo.
Al tiempo, no estás encima de nada.
Simplemente estás dentro, dentro de su vacuidad sin dejar que las fuerzas de las apariencias materializadas te dominen.
En este sitio, no hay nada que hacer, no hay lugar al que llegar ni nada por lo que luchar.
Un espacio de observancia pura donde todo simplemente es, sin pretender más.
Es tu lugar donde verdaderamente estás a salvo.
Es ese lugar en el que descubres que no corres ningún peligro y nada, nada, nada puede atacarte verdaderamente. Share on X
Es ese lugar en el que descubres que no corres ningún peligro y nada, nada, nada puede atacarte verdaderamente.
Vuela ahora mismo hacia ese espacio, puedes trasladarte en un instante sin transición, puedes dar un salto hacia allí sin transición alguna.
No has de prepararte, de repente no estás y de repente ya estás aquí.
Vente ya mismo a este espacio, vente sin abandonar el lugar en el que estás, abandona lo que estás haciendo sin dejar de hacer lo que estás haciendo.
Detén la automatización de tu actividad física, mental y emocional y observa a cada una como parlotean sin cesar y sin decir absolutamente nada en una confusión desbordante.
Simplemente vente a este lugar de observación donde la energía es calma y cristalina y ama todo lo que ve.
No tienes que parar nada de lo que haces mientras paras, no tienes que sentarte en una posición especial, ni cerrar los ojos, ni pensar en un lago cristalino, ni centrarte en observar tu respiración.
No, eso son solo técnicas para que puedas familiarizarte con este estado especial en el que puedes hacerte presente en ti simplemente ausentándote de ese ti automático y que se ha hecho un revoltijo de nervios y obligaciones y dudas y cuantas cosas más que no te sirven para nada.
No, no has de hacer nada, has de salirte entrando, y dejar de picar esa cebolla mecánicamente para comenzar a picar esa cebolla con toda tu atención puesta en el crujir de cada capa al ser atravesada por el filo del cuchillo, atento al contacto estrecho de tus dedos con la cebolla, al soporte de tus pies en el suelo, al surgir paulatino de tus lágrimas que no son ni de tristeza ni de alegría, que simplemente responden a un hecho mecánico y natural.
Fotos: Anja Stiegler
Observa cómo esto transcurre, fíjate en que puedes llorar sin que signifique nada ese lloro.
Simplemente lloras y nada más.
Observa eso porque es importante.
De la misma manera en que lloras con la cebolla sin que tenga que ver con tu estado de ánimo ni con tu vida, mucho de lo demás que tú crees tan trascendente, trágico, eufórico o limitante actúan de la misma forma.
Atrévete a ver las cosas más importantes de tu vida como algo, a veces, tan mecánico como la reacción de tu lagrimal al cortar la cebolla.
Atrévete a banalizarlo todo y despojar de toda su importancia a lo aparentemente importante. Share on X
Atrévete a banalizarlo todo y despojar de toda su importancia a lo aparentemente importante.
Aléjate de todo un momento y ven aquí, a este espacio de calma absoluta donde verdaderamente podrás encontrar de todo para luego poder bajar a ese yo que tanto te gusta pero desde esta nueva observación, sabiendo que puedes salir en cualquier momento, sabiendo que las situaciones trágicas no tienen por qué romperte por completo, que puedes comprenderlas, que puedes irte en un instante.
No es evasión, es justamente lo contrario, es empezar a valorar en su justa dimensión, es empezar a valorar sin valores transitorios, sin contaminación cultural, sin trampas.
Ven a este espacio vacío.
Ven a este espacio en donde la calma es la única forma que existe.
Ven a este espacio y abrázame y permíteme abrazarte.
Y déjame observar contigo todo el amor desplegado incesantemente de estos seres que somos todos, navegantes amorosos en un mar revuelto, asustados, buscando el remo que se nos perdió.
Ven y desde este lugar empecemos a contagiar calma acercando remos a los náufragos que nos miran con asombro y desesperación.
Leandro Ojeda López
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