• Aquí no estoy yo, pero casi...

    De niño quería ser astronauta, soy de la generación que lo primero que vio en la televisión fue el hombre llegar a la luna. No llegué tan lejos, pero he estado en todo de tipo de estaciones y algún día quién sabe si me veré en una de estas cargado con mis maletas de teatro, como de costumbre. ¿Habrá teatros en Marte?

    Un día me dije: “quiero tirar mi casa por la ventana”, y lo hice. Casi literalmente.


    2013

    01

    En 2013 comienzo a ver como todo empieza a derrumbarse ante mis ojos, hasta perdí una actriz en una gira de 8.000 km del calor al frío extremo (a mitad de gira decidió volverse y continúo solo). Con una mochila, el ebook, el portátil, el móvil, y las maletas con las obras, descubrí que no necesitaba nada. –Esto se parece a un viaje iniciático–, me dijo una actriz peruana en Perú que vivía en la India.
    Me sobraban tantas cosas, tenía que liberarme de carga. “Tirar la casa por la ventana” la frase repetida en mi cabeza una y otra vez.

    Gran aviso

    02

    A fin de año estoy completamente solo en el teatro. Gran aviso.
    El año anterior organizaba un festival de navidad en un teatro de Las Palmas. Mucha gente, muchas compañías de distintos lugares. Doce meses después, reducción drástica de presupuestos y estoy solo con una obra unipersonal en la que no llevaba ni técnico propio. Yo solo con mi barquito en escena que se transformaba en innumerables escenarios.
    Me había quedado como el capitán de un barco que se hunde y hasta con un barquito en escena. Más visual, imposible.
    Al mes siguiente tiro todas mis cosas (todas) al contenedor, vacío literalmente la casa sin pena por aquel libro, disco o mis propias pinturas, muy grandes para rescatar. Mi gestora rogándome que no tire los libros de contabilidad, que hacienda me los podía reclamar hasta por cinco años. Solo rescato lo elemental y los recuerdos, fotos, escritos y objetos personales de valor emocional. Punto.

    Si uno no ve ciertos simbolismos está totalmente ciego.

    Hay momentos en los que o saltas del barco o te hundes

    03

    Mira, llegó un momento en que el teatro se había convertido en un “de algo hay que vivir”. Así que me vi dedicando mi pasión artística a la música, la plástica, la escritura y todo aquello que no tuviera la obligación de intercambiarlo por dinero; y así llegó la terapia.
    La terapia es una actividad fuera del arte, pero enseguida me di cuenta de que enfocar el hacer terapéutico actuando como un artista daba un valor único y diferencial a la terapia. Al fin y al cabo, la terapia trata los problemas de la vida y la vida es pura creatividad, arte en estado puro. Ser el artista de tu propia vida, de tu propia obra de arte, no es solo una frase bonita, es una realidad.

    Me gusta hacer cualquier cosa que no sepa hacer

    04

    Si tengo que decir algo sobre mí, me definiría con una frase que repito desde hace años cuando alguien me pregunta qué me gusta hacer.
    Y mi respuesta es simple y clara: –Me gusta hacer cualquier cosa que no sepa hacer.
    Y posiblemente este afán por aprender explique la razón de mis fracasos continuos y cómo estos fracasos pueden ser vistos así por los demás, pero son mis éxitos porque me llevan a vivir según mis valores y objetivos en la vida. Es decir, si mi principal motivación vital es aprender, no puedo nunca convertirme en el gran profesor que repite la misma clase durante cuarenta años por los que recibe premios y honores.
    Dependiendo de lo que te mueva, para conseguir “tus éxitos”, tendrás que renunciar a muchas cosas. En mi caso, renunciar a lo que mayoritariamente se considera éxito. La clave está en qué te hace feliz, vibrar, sentir, dónde te sientes vivo y dónde te sientes un muerto viviente.

    Un gran genio en ir abandonando cada éxito en busca de nuevos desafíos, –aunque a veces lleven a fracasos rotundos–.

    En definitiva, apasionado por vivir.

    Breve cronología sobre cómo defraudar expectativas
    en mis primeros años

    Era tan chiquito

    De pequeño quería ser militar para convertirme en General, ir con mi ejército (lo imaginaba a caballo en plan San Martín) y derrocar al General Presidente y ponerme yo de Presidente de Argentina. –Por aquellos años la cosa funcionaba más o menos así en el país que presumimos de ser “el culo del mundo”–.

    ¿En qué estaría pensando?

    Más tarde, piloto de fórmula 1 y mecánico, y esto me duró varios años –a día de hoy sigo sin carnet de conducir–.

    Jugando al todo o nada.

    Después de ser el mejor alumno en los cinco colegios de primaria por los que pasé, me convertí en el peor alumno del mejor instituto de ciencias del país adonde mandaban a los chicos inteligentes y en el que era dificilísimo entrar. Ahí éramos todos buenos y no había primer puesto para mí, pero aún había una manera de destacar: ser el peor. Luego estudiaba en verano y durante el curso me dedicaba a ser bromista, a crear revistas literarias, a estar en el grupo de teatro y a meterme en cuanto fregado se pusiera delante.

    Tampoco está tan mal abarcar el mayor área de conocimiento posible.

    Acabé allí el bachiller y continué para Técnico Constructor (o Arquitecto Técnico), pero decidí que las ciencias no eran lo mío y que mejor la literatura. Y lo dejé faltando poco para acabar.

    El latín me encanta, pero la acción y meterme en follones, más.

    Decidí un cambio radical y me metí a estudiar para Profesor de Castellano, Literatura y Latín. Fue muy divertido estar en el centro de estudiantes, que era mi actividad principal allí y que me valió para acelerar un exilio a España.

    Un salto empieza con un pequeño paso.

    Luego de trabajar tres años en el célebre Politécnico donde había estudiado, me di cuenta de que mi vida como profesor no iba a tener futuro, salvo que me comportara como un mono repetidor sordo, ciego y mudo. Así estuve esos tres años. Pero durante un año simultaneé con el otro instituto universitario de Rosario donde me contrataron por un cambio pedagógico acorde con la nueva democracia. Al año me echaron por hacer bien mi trabajo (parece que hacer esos cambios era incómodo y mejor seguir como estaban), fue otro eslabón para mi exilio.

    ¿Pa qué ir perdiendo el tiempo con titulitis?

    Decidí que Nunca sería profesor o trabajaría en una institución. Entonces, habiendo cursado la carrera completa pensé que no tenía sentido acabar los exámenes que me quedaban porque no usaría nunca el título, ya había aprendido ahí todo lo que necesitaba y podía aprovechar ese tiempo en aprender cosas más interesantes.

    Si el mundo se enfocara en el aprendizaje en lugar de las titulaciones, otro gallo cantaría.

    Entre estudios, trabajos, actuaciones y vida amorosa, social y política (no puedo recordar cuándo dormía), simultaneé mis estudios de teatro. Pero como no había manera de encajar todos los horarios, tuve que rogar para que me admitieran en el último año de teatro. Me perdía solo Expresión Corporal de ese curso y no podrían darme el título. Me costaba explicar que no me importaba nada el título, que yo solo iba a aprender, no ha titularme de nada. Acabé, pero una vez más sin título y, cosas de la vida, la Expresión Corporal y derivados fue mi especialidad a la hora de dar clases posteriormente.

    ¿Por qué la gente se empeña en que tus expectativas coincidan con las de la mayoría o con las suyas propias? ¡Qué empeño! ¿Tanto cuesta aceptar que los salmones también tenemos derecho a nadar por las mismas aguas?

    Breve cronología de hitos sobre mi vocación alérgica al éxito

    A los 20

    Con 20 años monté mi academia de preparación de alumnos (es que estudiaba para profe), 14 profes a mi cargo y funcionó muy bien (compré los muebles y todo, pero al final no me casé) hasta que hubo un cambio en el sistema de exámenes argentino y las academias nos fuimos a pique. Ahí es que acepté el trabajo que ya había rechazado anteriormente en el Politécnico (fue el único período en el que se puede decir que tuve un trabajo de esos que la gente llama trabajo; tres años y escapé impulsado por el pánico de poder quedarme anclado ahí para toda la vida).

    A  los 24

    Con 24 años estreno “La Lección” de Ionesco y me convierto de la nada en una especie de joven actor revelación de Rosario que tiene excelentes críticas en los periódicos, al que las chicas intentan seducir y los jóvenes estudiantes de teatro quieren imitar.

    A los 25

    Con 25 años me estreno como director con “Diario de un Loco” de Gogol pese a las advertencias de los viejos sabios de la profesión de que no haga disparates, que aproveche mi calidad como actor y que los directores jóvenes se estrellan en Rosario, lo cual era cierto en ese entonces. Así que el día del estreno pido que me preparen un cartelito de “No hay más localidades” que usamos hasta el final de las representaciones que nos prolongaban mes tras mes para revuelo en el seno de los viejos y consagrados directores que exigían lo mismo en aquel clásico Centro Cultural de la ciudad.

    A los 26

    Con 26 años me meto de asistente de dirección de un director recién regresado, de muy mala reputación, pero con quien vi que tendría mucho que aprender. Con 25 había llegado a lo más alto que se podía llegar –demasiado joven para jubilarse– y sentí que no sabía nada. Pero esta era una verdadera oportunidad de encontrar claves que llevaba tiempo buscando. Así que le ponía luces y el sonido, barría, alguna participación menor, pero, sobre todo, ser su mano derecha en el anonimato absorbiendo todo lo que podía de su conocimiento. Mi gente cercana que me quería bien, a su manera, no entendían absolutamente nada. Puedes explicar y pedir que se alegren de tu suerte, pero si ellos creen que les estás decepcionando, puede que el amor propio pueda más que el amor por ti.

    A los 26 +

    Con 26 también y con este grupo me vine a España, ya tenía mi pasaporte listo hacía un par de años sin ver claro la manera de salir, después del simulacro de bomba que tuve en mi academia y las amenazas anónimas en plena democracia.

    Desde los 27

    Y a partir de ahí, ya mi historia se convierte en preminentemente teatral (en todo sentido) e hice de todo.

    + de 27

    Fui la primera estatua de las islas cuando no se conocían las estatuas humanas y fui bastante famoso por entonces con eso, me entrevistaban en la tele, la radio y hasta fui portada de revista en pelota picada, pero pintadito por entero de blanco cual estatua greco-romana que representaba con tanta quietud (a veces pienso que de ahí me viene una cierta alergia por la meditación, no sé).

    + de 27

    En un país nuevo y sin papeles hice lo mismo y me colé en el teatro, tuve éxito inmediato como actor y me inicié como director. Y ya dentro del selecto grupo de privilegiados a los que se les permite vivir del teatro, me dediqué a lo mío, a decepcionar las expectativas de los demás con cada nuevo proyecto, pero tratar de no decepcionar mis propias expectativas.

    Unas advertencias
    importantes

    Por si nos encontramos:

    Uno

    01

    Si trabajas conmigo o nos cruzamos de alguna manera, ya sea en terapia o en algún curso, etc., vas a notar que voy a ser muy insistente en no alentar a nadie a tomar decisiones a lo grande, no alentaré a nadie a que tire su casa por la ventana, deje su trabajo, su pareja o que se vaya a vivir a una isla perdida en el Atlántico.

    Dos

    02
    Más bien haré todo lo contrario, te alentaré a que seas cauteloso. Es más, la mayoría de estas decisiones que te he contado han sido muy meditadas y con cálculo de riesgos, aunque no siempre ha estado debajo la red o fallara la calculadora de riesgos.

    Tres

    03
    Mira, soy bastante combativo con todos los que van prometiendo que cambies tu vida ya o que cometas cualquier locura. Todo eso que hoy se ve mucho me parece un absoluto disparate y propio de gente desaprensiva, irresponsable y con ausencia total de empatía, no hablemos ya de compasión, palabra desconocida para esta gente.

    Cuatro

    04
    Te puedo contar mil batallitas, pero si te interesa eso, cuento algunas cosas en los emails, aunque no es el interés en los emails ser el centro, eso lo hago aquí porque esta página se titula “Sobre Mí”, así que no es exactamente el lugar para hablar de la caída del Imperio Romano de Occidente y no me queda otra que despacharme a gusto mostrando mis íntimas intimidades. Si te das un paseo por el blog, verás que no hablo de mí ni una sola vez.

    Nota Final

    Al menos, por ahora »

    He tenido y sigo teniendo mil alegrías y trato de ser todo lo alegre y divertido que puedo.
    Creo que soy muy simpático y amoroso, pero hay gente que piensa que no.
    He tenido y sigo teniendo grandes golpazos y dolores, y sigo tropezando más de una vez en la misma piedra.
    No tengo todo resuelto y no me las sé todas, más bien bien pocas, poquitas.
    No doy consejos.
    No soy un dios, gracias a Dios.
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