De niño quería ser astronauta, soy de la generación que lo primero que vio en la televisión fue el hombre llegar a la luna. No llegué tan lejos, pero he estado en todo de tipo de estaciones y algún día quién sabe si me veré en una de estas cargado con mis maletas de teatro, como de costumbre. ¿Habrá teatros en Marte?
Advertencia:
Si eres de los que exigen textos muy breves y lo máximo que soportas leer es Twitter o prefieres que te lo cuenten todo en plan Tik Tok, huye de esta página, esto no es para ti.
Esto es para gente chapada a la antigua como yo a los que todavía nos gusta leer y abusar del lenguaje, aunque solo sea con el fin de regodearnos en las posibilidades sintácticas y estilísticas que nos brinda el español.
Si eres de los que todavía saben leer –incluso entre líneas–, genial, quedamos pocos…
En 2013 comienzo a ver como todo empieza a derrumbarse ante mis ojos, hasta perdí una actriz en una gira de 8.000 km del calor al frío extremo (a mitad de gira decidió volverse y continúo solo). Con una mochila, el ebook, el portátil, el móvil, y las maletas con las obras, descubrí que no necesitaba nada. –Esto se parece a un viaje iniciático–, me dijo una actriz peruana en Perú que vivía en la India.
Me sobraban tantas cosas, tenía que liberarme de carga. “Tirar la casa por la ventana” la frase repetida en mi cabeza una y otra vez.
A fin de año estoy completamente solo en el teatro. Gran aviso.
El año anterior organizaba un festival de navidad en un teatro de Las Palmas. Mucha gente, muchas compañías de distintos lugares. Doce meses después, reducción drástica de presupuestos y estoy solo con una obra unipersonal en la que no llevaba ni técnico propio. Yo solo con mi barquito en escena que se transformaba en innumerables escenarios.
Me había quedado como el capitán de un barco que se hunde y hasta con un barquito en escena. Más visual, imposible.
Al mes siguiente tiro todas mis cosas (todas) al contenedor, vacío literalmente la casa sin pena por aquel libro, disco o mis propias pinturas, muy grandes para rescatar. Mi gestora rogándome que no tire los libros de contabilidad, que hacienda me los podía reclamar hasta por cinco años. Solo rescato lo elemental y los recuerdos, fotos, escritos y objetos personales de valor emocional. Punto.
Si uno no ve ciertos simbolismos está totalmente ciego.
Mira, llegó un momento en que el teatro se había convertido en un “de algo hay que vivir”. Así que me vi dedicando mi pasión artística a la música, la plástica, la escritura y todo aquello que no tuviera la obligación de intercambiarlo por dinero; y así llegó la terapia.
La terapia es una actividad fuera del arte, pero enseguida me di cuenta de que enfocar el hacer terapéutico actuando como un artista daba un valor único y diferencial a la terapia. Al fin y al cabo, la terapia trata los problemas de la vida y la vida es pura creatividad, arte en estado puro. Ser el artista de tu propia vida, de tu propia obra de arte, no es solo una frase bonita, es una realidad.
Si tengo que decir algo sobre mí, me definiría con una frase que repito desde hace años cuando alguien me pregunta qué me gusta hacer.
Y mi respuesta es simple y clara: –Me gusta hacer cualquier cosa que no sepa hacer.
Y posiblemente este afán por aprender explique la razón de mis fracasos continuos y cómo estos fracasos pueden ser vistos así por los demás, pero son mis éxitos porque me llevan a vivir según mis valores y objetivos en la vida. Es decir, si mi principal motivación vital es aprender, no puedo nunca convertirme en el gran profesor que repite la misma clase durante cuarenta años por los que recibe premios y honores.
Dependiendo de lo que te mueva, para conseguir “tus éxitos”, tendrás que renunciar a muchas cosas. En mi caso, renunciar a lo que mayoritariamente se considera éxito. La clave está en qué te hace feliz, vibrar, sentir, dónde te sientes vivo y dónde te sientes un muerto viviente.
Si trabajas conmigo o nos cruzamos de alguna manera, ya sea en terapia o en algún curso, etc., vas a notar que voy a ser muy insistente en no alentar a nadie a tomar decisiones a lo grande, no alentaré a nadie a que tire su casa por la ventana, deje su trabajo, su pareja o que se vaya a vivir a una isla perdida en el Atlántico.
Al menos, por ahora »
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