Cuando sales de la caja y observas, y descubres que no hay derecho ni revés y ni siquiera arriba ni abajo…
Todo está al revés,
me dices desconsolada mientras enciendes el cigarrillo por el filtro sin reparar en el descuido.
Pero ¿a qué te refieres cuando dices: revés?
¿Desde dónde miras?
¿Por qué imaginar la imperfección existiendo lo perfecto?
Si ves una montaña y te imaginas mirando desde el cielo, no la verás como una protuberancia, sino como un hueco en el aire.
¿Eso es al revés? Para el cielo eso es el derecho.
El cielo vive tu montaña como un pozo.
Vale, ya sé, no pisas sobre el cielo, pero solo es una propuesta, un juego para imaginar lo que no imaginas desde la posición rígida en la que estás.
Atrévete a salir de la caja de donde estás mirando cada vez que miras.
Desde ahí no puedes ver nada.
Siempre habrá derechos y reveses.
Cambia de ángulo constantemente, no te aficiones a un único mirar.
Suelta la mirada.
Tu punto de vista no es tuyo.
Solo es un punto de vista desde donde miras ahora, pero si te mueves, tu punto de vista será otro, por eso, no es tuyo, es circunstancial tan solo.
Cierra ahora tus ojos y sumérgete en tu corazón, observa tus pensamientos, siente tus sensaciones…
Bien, ya tienes un poco más de distancia.
Si sigues viendo todo al revés, plántate sobre tu cabeza y deja volar tus pies.
Lo verás, entonces, del derecho, aunque seguirá siendo solo una apariencia.
Cuando tu plan perfecto se rompe y sientes que la vida te castiga a cachetazos injustos, te caga a patadas y, encima, se te ríe en la jeta haciéndote sentir una puta mierda, está claro, es una putada, es normal que sientas que todo está al revés.
Pero, a veces, cuando todo se pone del revés y pruebas a cambiar la mirada, ocurre que tu alma se alegra.
Sí, se alegra, porque al fin puedes abandonar ese personaje de cartón que te habías armado para no sufrir, no doler, no despedir despedidas, no afonizar el grito, no susurrar silencios, no archivar alegrías, no estropear los instantes cuasi perfectos que lucen esperpénticos…
Tu alma se alegra.
Al fin podrá salir libre a inventar el sueño.
Un sueño que no despierta y que no duerme.
Un sueño imprevisible que se despliega ingenuo.
Y juega a que es ahora una tortuga.
Y que es ahora un huracán.
Y que es ahora un sueño que juega a que sueña un sueño donde sueña que sueña que en su sueño está despierto y que descubre que entre soñar y estar despierto no hay más diferencia que entre ser montaña o ser un hueco.
Leandro Ojeda López
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